Sindicalismo o complicidad


Juan Antonio Pérez

El Sol de Zacatecas
11 de agosto de 2010

Incurrir en el pecado del silencio cuando se debiera protestar, hace cómplices y cobardes a los hombres. Chou en Lai



El autoproclamado "presidente del empleo" es uno de los ejemplos del desprecio de la clase política por la inteligencia ciudadana. Las promesas de campaña son apuestas al olvido, y un caso más que claro es el que nos presenta Felipe Calderón. Por fuera de las declaraciones públicas, los hechos muestran una indeclinable determinación del gobierno de México por terminar con el sindicalismo a toda costa.

Los sindicatos democráticos y combativos son el objetivo, su existencia es inadmisible para los retrógradas que opinan que los males del país pueden explicarse por la influencia de los sindicatos. En términos generales, la idea es que a los trabajadores les es permitido inclumplir con sus obligaciones por la intervención de las representaciones sindicales.

Las experiencias cercanas, como los sindicatos de trabajadores al servicio de organismos públicos parecieran reforzar y apuntalar tan venenosa concepción del sindicalismo. Para ilustrar con un ejemplo, el truco usado con estas organizaciones sindicales, a fin de que no pusieran "el mal ejemplo" rompiendo los topes salariales, y obtuvieran sin embargo un triunfo virtual, consistió en otorgar "bonos únicos" o días adicionales de asueto. Posteriormente, una vez en la trampa, se les acusa de descansar excesivamente. En general, los funcionarios públicos encargados de lidiar con estos sindicatos, prefirieron hacer concesiones de todo tipo antes que afrontar los costos políticos de exigir cumplimiento, eficiencia y productividad.

Un ejemplo claro es el que presenta el SNTE, cuyos miembros, salvo honrosas y elogiables excepciones, incumplen de manera sistemática con la noble tarea que se les encomienda, a cambio de soportar el salario de miseria, el trato indigno y el corporativismo insultante. Mientras esto permita la tranquilidad del medio político y el enriquecimiento incesante de la perpetua lideresa, la calidad en la educación es lo de menos.

Pero si algún sindicato osa rebelarse deberá ser inmediatamente aplastado. Los mecanismos son múltiples: la exigencia del registro, la potestad de la toma de nota, y la constitución de los tribunales laborales conocidas como juntas de conciliación y arbitraje son los golpes iniciales. Estos son modelos tomados del Fascismo italiano, y adaptados como mecanismos de control de la insurgencia obrera.

Las juntas de conciliación y arbitraje dependen del poder ejecutivo y responden a los interese que a él se liguen. Poca esperanza tiene en tales condiciones un sindicato democrático de trabajadores al servicio de alguna paraestatal: el ejecutivo que se asume como gerente supremo, es además el jefe del presidente de la Junta en turno. ¡asquerosa mala suerte! Por si fuera poco un poder que debiera ser independiente, como el judicial, actúa como ejecutor del trabajo sucio del ejecutivo.

Recuérdese el conflicto de Luz y Fuerza del Centro, en el que la instancia judicial desestima el hecho fundamental de que una paraestatal se extingue únicamente por una ley igual que lo creó, y no por un decreto como se pretendió y se llevó a cabo, con el único fin de aplastar al SME y permitir a los amigos hacer jugosos negocios con la fibra óptica que ya se encontraba instalada y lista para ser iluminada.

Un caso más cercano es el que ahora se presenta con la quiebra de Mexicana de aviación, producto de una administración deficiente y fraudulenta, y cuya responsabilidad se pretende sentar sobre los hombros de los pilotos y los sobrecargos, quienes han constituido una organización gremial combativa y democrática.

El caso de Mexicana recuerda en del Aeroméxico, que pretendía vender los DC-8 provocando así un despido masivo. Luego de trucos legaloides, un juez declara a la compañía aérea en quiebra, consumando así un golpe demoledor en contra de los trabajadores. El gobierno de México continuará golpeando a los trabajadores democráticos y combativos. Recodemos también el caso de los trabajadores mineros víctimas de la violencia orquestada por el sector patronal y por sectores del gobierno.

Merece finalmente una mención aparte el caso de los sindicatos universitarios, aquellos que presumiblemente concentran la inteligencia social en su seno. Estas organizaciones han sido domesticadas a través de las remuneraciones extrasalariales que premian la actividad académica que corresponda con la visión del gobierno en turno, lesionando en los hechos la autonomía de las universidades, y la libertad indispensable para el desarrollo sano de la actividad científica.

El pueblo trabajador debe mostrar que su paciencia tiene límites y está llamado a mostrar la proximidad de los mismos, como respuesta a un gobierno que pretende sustituir la eliminación del sindicalismo. La solidaridad es un ingrediente fundamental de la defensa del propio derecho, el silencio y la actitud pasiva son sinónimo de complicidad.

japerez@uaz.edu.mx