¿Halcones y palomas? ¿o simulación?


M I G U E L Á N G E L G R A N A D O S C H A P A
Plaza Pública
¿Halcones y palomas? ¿o simulación?



En la madrugada del jueves pasado fue suspendida la huelga de hambre que en protesta por la extinción de Luz y Fuerza del Centro, perpetrada el 11 de octubre, realizaron miembros del Sindicato Mexicano de Electricistas. Dos de ellos, Cayetano Cabrera y Miguel Ángel Ibarra, se impidieron alimentarse con comida sólida durante tres meses, y habían puesto su vida en serio riesgo. Al acceder a interrumpir su ayuno, a instancias de sus dirigentes, y del modo voluntario en que lo iniciaron, satisficieron un pedido proveniente de los más diversos intereses. Para todos aquellos que aprecian el valor de la vida humana, y valoran el gesto de gallardía de Cabrera e Ibarra, así como el de sus compañeros, es muy buena noticia el que hayan reiniciado su vida normal, reponiéndose de los estragos que en su salud dejó la prolongada abstinencia.

Cabrera e Ibarra se propusieron llegar al extremo de su protesta con un doble objetivo, uno instrumental y otro de fondo. Buscaron presionar de ese modo al Presidente de la República para que los recibiera, junto con los dirigentes sindicales, a fin de demandarle la restitución de sus derechos laborales, abruptamente atacados con el decreto que puso fin a las operaciones de un organismo público socavado por una ruinosa y perversa política gubernamental que buscó deliberada y sistemáticamente llegar al extremo en que la supresión de Luz y Fuerza fuera aplaudida en amplios ámbitos.

La huelga de hambre no consiguió ninguno de esos objetivos, pero junto con otras acciones sindicales, contribuyó a dos logros de distinta naturaleza, y cuyo alcance hay que comprobar. Por un lado, los líderes del SME obtuvieron el reconocimiento político a su representatividad, y la instalación de una mesa de diálogo que se reunirá a partir de mañana. El nuevo Secretario de Gobernación, que será el anfitrión del mecanismo, definió que será "de alto nivel", lo que implica su propia participación y la del Secretario del Trabajo, y "la representación sindical", que no es otra que la encabezada por Martín Esparza.

Al concluir la prolongada conversación iniciada el miércoles por la noche, los dirigentes sindicales instaron a los ayunantes a suspender su ejercicio. Tal vez para mitigar el hecho seco de que ninguno de los objetivos del mismo fueron explícitamente alcanzados, y para explicar por qué cedieron en esa parte, los líderes anunciaron que se tomaría nota de la elección de 26 miembros del comité sindical, y aun se aventuró que se había acordado también algún mecanismo para que una nueva empresa pública contratara con el sindicato.

De inmediato el Secretario Javier Lozano desmintió que se hubiera pactado la toma de nota. Informó que se había recibido ya la documentación en que constan los actos sindicales que confirman a Esparza como secretario general, y que al cabo de un análisis se expediría o no el reconocimiento oficial, remanente del sistema vertical priista, muy a modo del neoautoritarismo que privilegia las decisiones de la burocracia por encima de las asumidas por los trabajadores. Cabe recordar que la negativa a tomar nota de la reelección de Esparza el año pasado fue el preámbulo, la condición para el embate gubernamental contra Luz y Fuerza que se buscaba fuera también la extinción del sindicato.

El SME rehusó someterse a la liquidación de su fuente de trabajo, que implicó el despido de 44 mil trabajadores, y emprendió desde el momento mismo de la abusiva medida gubernamental una variedad de acciones, jurídicas y políticas que han preservado a la organización gremial. Alrededor de 15 mil miembros del sindicato permanecen en la lucha por recuperar sus derechos. Veintiocho mil, en cambio, aceptaron ser indemnizados y atenerse a las ofertas con que se les tentó para "liquidarse", y que no han sido cumplidas. La más obvia fue la de ser recontratados por la Comisión Federal de Electricidad, que a trompicones presta hoy el servicio que correspondía a LyFC.

Apenas unos centenares han sido colocados otra vez en el servicio, que revela cotidianamente sus deficiencias, especialmente en estos días de chubascos. Como parte de la intensa guerra sucia contra el sindicato se ha buscado achacarle atentados contra las instalaciones, y se ha emitido vagamente la acusación de sabotaje, presumiblemente promovido por el despecho de los miembros del SME a los que se usurpa su materia de trabajo. Ninguna denuncia ha sido formalmente presentada ante el ministerio público federal o por lo menos no se ha iniciado ninguna averiguación previa, y menos se ha llegado a demandar orden alguna de y cualquiera imputación dolosa, ha privado una mínima prudencia y se ha evitado la criminalización de una batalla social por el propio empleo.

Establecer a partir de mañana una mesa de diálogo es un buen augurio, salvo si se deja uno dominar por el pesimismo provocado por la memoria. En noviembre pasado otra ronda de huelgas de hambre, en que mujeres integrantes del SME tenían un papel protagónico, fue también suspendida ante el anuncio de una mesa de diálogo en Gobernación, que no produjo sino mínimos avances instrumentales, por ejemplo en la recuperación de pertenencias personales de los trabajadores expulsados de sus sedes el 10 de octubre por la noche, y no sirvió de espacio adecuado a un mecanismo que, de privar buena voluntad en el gobierno hubiera propiciado el diálogo.

Fueron convocados el Rector de la Universidad Nacional y el director del Instituto Politécnico Nacional, así como los líderes senatoriales a servir de puente entre las partes pero se retiraron al comprobar que su esfuerzo sería estéril.

Es debido esperar, entonces, que la suerte de la mesa de diálogo de mañana sea distinta que la de entonces. Hay en la escena un personaje nuevo, del que por esa sola circunstancia cabe esperar una actitud políticamente productiva. Al explicar a la prensa el contenido de la conversación concluida el jueves, José Francisco Blake Mora adoptó una posición contraria a la dureza inflexible, al dogmatismo imperante hasta ahora. Dijo que a partir de mañana la mesa se concentrará en "revisar y concretar las alternativas de solución derivadas de la extinción de Luz y Fuerza".

Si bien ratifica que no hay marcha atrás en la liquidación de ese organismo, por lo demás declarada conforme a la Constitución por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, admitió en esa formulación que hay problemas derivados del decreto del once de octubre.

El nuevo Secretario anunció también que privilegiará el diálogo para "recabar la pluralidad de opiniones y posturas", que permitan "conocer y construir juntos las soluciones". Hasta ahora son sólo palabras, que deberán ser avaladas por lo hechos, pero son palabras diferentes de las expresadas hasta ahora por el sector duro, los halcones del gabinete, cuyo espécimen principal es el secretario del Trabajo.

Al contrario de la tolerancia, palabra que ocupó también un lugar en las palabras de Blake Mora, Lozano se caracteriza por su permanente ánimo rijoso, del que obliga a participar a sus colaboradores. Incapaz de admitir un juicio contrario a sus haceres y decires, no sólo hace que se aclaren posiciones o puntualicen hechos expuestos por opinadotes en los medios, sino que los denuesta y pretende descalificar.

El más reciente de los muchos episodios en que Lozano manifiesta su intransigencia concierne al artículo publicado el miércoles pasado en Reforma por el doctor Jorge A Bustamante. El experto en migraciones, cuya solidez académica y claro criterio humanista lo condujeron a ser Relator especial de la ONU para los derechos humanos de los migrantes reprochó al Secretario Lozano sus omisiones respecto del trabajo infantil y su incumplimiento de la Constitución y las leyes que está obligado a aplicar en esa materia. Nunca lo hubiera hecho.

El secretario comisionó a su directora de asuntos jurídicos, Rosalinda Vélez, para que pusiera en su lugar al osado crítico. En carta aparecida al día siguiente, y a la que ayer sábado Bustamante mismo dio respuesta, la abogada no sólo atribuyó al experto opiniones que estuvo lejos de sustentar, sino que lo tildó de irresponsable y aseguró que es "vergonzosa" la forma en que Bustamante enjuicia al Secretario del Trabajo.

A partir de mañana veremos si el talante ofrecido por Blake Mora es el que impera en el diálogo social, o la rijosidad de Lozano.

El pasado presente. El 26 de julio de 1954, mañana se cumplen 64 años,Fidel Castro dio inicio al proceso histórico conocido como la Revolución Cubana. Vivo todavía su principal actor, ese fenómeno histórico se ha transformado y ahora enfrenta el desafío de modernizarse bajo la presión española y de la Unión Europea en general. En estos días están saliendo de La Habana y llegando a Madrid ex presos políticos liberados por esas presiones, con algunos miembros de sus familias.

Su libertad será uno de los motivos de explicación política que ofrecerá en el esperado discurso conmemorativo Raúl Castro, hermano menor de Fidel y desde hace dos años responsable de los poderes que abandonó el patriarca de la revolución a causa de su deficiente salud, que lo ha minado ostensiblemente, pero que no ha sido capaz todavía de poner fin a sus días.

Fidel Castro, su hermano y un grupo de jóvenes, los más de ellos educados en colegios de clase media alta de La Habana, de Santa Clara y de Santiago, se opusieron como estudiantes y jóvenes profesionales al arribo al poder del general Fulgencio Batista, que como en décadas anteriores, desde que era sargento, en los treintas, estaba presente en todas las combinaciones militares que, con el apoyo y el impulso de la embajada norteamericana frustraron una y otra vez las tentativas democráticas de un país que fue colonia de España a todo lo largo del Siglo 19 y al mediar el 20 seguía padeciendo esa condición, ahora con Washington como metrópoli.

Convencidos de que la vía electoral era estrecha, y conducía a la frustración o a la corrupción, los jóvenes alrededor de Castro y él mismo eligieron el camino revolucionario. Intentaron su primera audaz acción en el oriente cubano: un asalto en busca de armamento al cuartel Moncada, en Santiago de Cuba. La tentativa fracasó y sus protagonistas fueron hechos prisioneros y sometidos a proceso. Fue entonces cuando el joven abogado que encabezaba la breve tropa rebelde pronunció su célebre discurso titulado "La historia me absolverá".

La partida de fallidos combatientes fue dejada en libertad y varios de ellos viajaron a México, refugio de demócratas despedidos de sus países por dictaduras militares. Aquí rehicieron su menguada fuerza y perseveraron en su propósito, por lo que en 1956 retornaron a Cuba, desde el puerto veracruzano de Tuxpan, a bordo de un barquichuelo llamado Granma, en cuyo honor se llama así todavía el principal diario habanero.

Insertos en la Sierra Maestra, combatieron a la dictadura de Batista, que estaba podrida moralmente y terminó derrumbándose a fines de 1958. El primero de enero de 1959 Fidel Castro entró victorioso a la capital, y desde entonces, contra viento y marea, en medio de las mayores adversidades se ha mantenido como cabeza de la Revolución.

Pronto el movimiento revolucionario halló sus límites, los permitidos por el gobierno de Kennedy, y para romper la atadura que había lastrado el progreso cubano Castro proclamó el socialismo en su patria. En el clima de la guerra fría que imperaba entonces quedó vinculado al gobierno de Moscú, como pieza de las tensiones entre las dos potencias mundiales.

El Gobierno de Washington juzgó que ese gobierno era un peligroso foco de contagio al sur de la frontera y le declaró la guerra. A veces, literalmente, como al intentar una invasión armada que contaría, según los errados cálculos de la CIA y la porción derechista del exilio cubano, con el entusiasta y masivo apoyo de la población. Cuando eso no ocurrió así, entre otras cosas porque ya se perfilaban los frutos iniciales de la revolución en el terreno educativo, de la salud y los deportes, Estados Unidos resolvió ahogar por hambre al régimen de La Habana, y de paso a su pueblo, mediante un bloqueo que fue contrarrestado con la cooperación socialista.

En la primera década de la Revolución Cubana México apareció como claramente solidario con el régimen isleño. El general Lázaro Cárdenas y su Movimiento de Liberación Nacional fueron un factor de presión para impedir que los gobiernos de López Mateos y de Díaz Ordaz se sometieran al de Washington y no se aflojó siquiera el lazo de unión entre los pueblos de Cuba y de México.

Después de entonces, las relaciones se estabilizaron hasta llegar a la mutua complicidad, pues Fidel Castro aceptó estar presente en la toma de posesión de Carlos Salinas, no obstante la impugnación cardenista. Zedillo comenzó la etapa de enfriamiento de la relación con La Habana, que llegó a su peor momento cuando, ya Fox en la Presidencia, el presidente cometió el desliz pueril de pretender que Castro estuviera presente en una reunión internacional sólo durante unas horas, a fin de no lastimar el nuevo vínculo que el ranchero de San Cristóbal pretendía establecer con el de Crawford, Texas.

Hoy las partes buscan que las relaciones mejoren, con base en la desmesurada exigencia de que en Cuba se respeten los derechos humanos: ¿tanto como aquí?