Entrevista: De Obreros, prejuicios y un campamento en el Zócalo.


Francisco Javier Montaño

Rodrigo Daniel Gutiérrez Villegas (se) jugaba (la vida) en el Departamento de Distribución Foránea, cuya misión era mantener la continuidad del flujo eléctrico en la zona metropolitana del Valle de México. La directiva le pagaba 184.14 pesos diarios por subirse a los postes y manipular línea viva. El resto de sus prestaciones es producto, sostiene, del esfuerzo constante del SME por arrancarle a la compañía nuevas condiciones laborales justas, un contrato colectivo de trabajo y una vejez digna. “Ya no se puede hablar de eso cuando hay tantas personas mayores trabajando, el gobierno se preocupa por darles trabajo y no por pensionarlas”, parafrasea las mantas que cubren su campamento.

Consciente de las envidias que rondan con respecto a las condiciones laborales de estos ex jugadores de postes y centrales eléctricas, Rodrigo devuelve los cuestionamientos: “Antes de que el pueblo me recrimine por qué gano 6 mil pesos mensuales, yo pregunto ¿Por qué no ganamos todos lo mismo? ¿Por qué, en lugar de envidiar nuestras condiciones laborales, no luchar porque a todos se nos pague igual? El gobierno ha hecho una buena labor, le conviene vernos separados, peleando entre nosotros por unas migajas.”

“Yo no creo ni en los sindicatos ni en el gobierno”, profirió una joven que bordeaba las vallas rojas del Fan Fest instalado en el Zócalo, una mañana ya medio nublada, ya medio lluviosa, de junio. En los alrededores de la inmensa pantalla donde Pelé masacraba, una vez más, a Italia, los transeúntes mostraban orgullosos franelas verdes y negras; las segundas acaso “como el futuro de los trabajadores mexicanos, de todos los ciudadanos”, en palabras de Rodrigo Daniel Gutiérrez, electricista en huelga de hambre y encargado del área de comunicación social del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME).

“A raíz del decreto de extinción de LyFC, los electricistas nos dimos cuenta de la vulnerabilidad no sólo del gremio, sino de estudiantes, amas de casa, migrantes, etc., con respecto al gobierno de Felipe Calderón. […]. Nuestra resistencia nace con el compromiso moral e histórico de reivindicar los derechos del ciudadano mexicano; debemos defenderlos de enemigos tanto internos como externos”, argumenta.

En la frontera entre el festival patrocinado por Coca-Cola y el campamento smeíta, se alza una valla de mantas, un globo presume el combativo imagotipo electricista –electrificado-, para usar un término más desolador y actual. Una manta, acorde con aires sudafricanos, alienta: “La verdadera selección mexicana está en huelga de hambre”.

Titular o relevo, Rodrigo integra esta selección gracias al presupuesto mensual de 2,800 pesos, proporcionado por su esposa para sostener a una familia de cuatro integrantes. El representante sindical ni siquiera buscó trabajo porque “la campaña mediática emprendida por el gobierno contra los trabajadores nos pintó como gente indeseable, corrupta, capaz de ‘tronar’ cualquier empresa. Además, nunca me plantee dejar la resistencia.”

Dicha campaña mediática tuvo el mismo efecto que las transmisiones del Fan Fest con las campanas de Catedral que: esconden lo habitual, lo real y cotidiano. Si bien es verdad que las instalaciones de LyFC estaban en mal estado, también es verdad –no difundida, por cierto- que el presupuesto para cada área estaba asignado pero nunca llegaba a su destino, “por culpa de los administradores, con quienes el SME no tiene nada que ver”, afirma Gutiérrez.

Los mismos administradores eran quienes manejaban las cuentas especiales, correspondientes a empresas estatales y privadas, con toda discrecionalidad, al grado de que las empresas privadas presentaban un adeudo de 2 mil 160 millones de pesos al 11 de Octubre de 2009.

Mención aparte merece el caso de las dependencias federales como la mismísima Presidencia de la República, con un adeudo de 5 millones 801 mil pesos (¿La habrá extrañado a Calderón saber que LyFC estaba en quiebra cuando la dependencia que él encabeza no pagaba luz?) o la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) que debía la cantidad de 321 millones 308 mil pesos como lo publicó La jornada el 26 de octubre de 2009. Queda la duda del impacto que habría tenido en Sagarpa el desembolso de tal cantidad en beneficio de la desaparecida paraestatal así como del beneficio que habría representado para LyFC recibir tales cantidades de parte del mismo gobierno que la liquidó.

Afuera, camiones de la Policía Federal (PF) pasan entre el campamento electricista y Palacio Nacional, en el limbo expreso de defender al pueblo y obedecer al patrón; decantados por la segunda opción, se hacen acreedores de la rechifla del respetable, como si de un silbante “justo” se tratara. La política laboral no es la misma para estas dos partes, antitéticas en la práctica aunque normativamente complementarias. “Ellos sí tienen privilegios y garantías: gastos de renta, de telefonía, de dieta, pensiones estratosféricas. Esa la pregunta: ¿Por qué ellos sí y yo no? Si somos nosotros quienes generamos toda la riqueza del país, quienes trabajamos ocho horas diarias, no es justo que el esfuerzo no sea remunerado” afirma Gutiérrez, representante sindical.

A pesar de la evidente desigualdad salarial, de los más de 40 mil trabajadores liquidados el 11 de Octubre de 2009, sólo 17 mil 264 se mantienen en resistencia. Las alegres interpelaciones en las vallas del Fan Fest, todavía preguntan cínicamente “¿Cuál es tu celebración?”: “Hoy en la mañana nos avisaron que un ex compañero que se liquidó y trabajaba con contratistas, falleció por un accidente de trabajo. No los critico, ellos saben las razones por las que se liquidaron, lo que no concibo es que acepten trabajar en empresas contratistas, en pésimas condiciones y con pocas garantías laborales”, lamenta Rodrigo.

Semejante desbandada de trabajadores, haría pensar en el debilitamiento de la resistencia, el olvido de la cuestión por los principales medios de comunicación sería indicio de que los electricistas están condenados al fracaso. Pero lo que sale en los medios no es lo único que existe: “Al principio pensaba que íbamos a desaparecer paulatinamente, a desgastarnos; pero me equivoqué”, reconoce Gutiérrez. El SME ahora cuenta con un respaldo a nivel nacional e internacional. Tenemos gente de Pasta de Conchos, de Cananea, de la UAM, UNAM, de organizaciones campesinas y sociales en México.

“A nivel internacional, el SME tiene el apoyo económico y moral de organizaciones sindicales como los petroleros de Venezuela y Argentina, acereros de Estados Unidos, de la construcción de Bolivia y Guatemala, sindicatos autónomos de Colombia, los electricistas de Ecuador y Canadá, entre otros. Ellos se esfuerzan por enterarse del problema y difundirlo en sus países.”

“Los sindicatos sudamericanos nos han dicho lo mismo: Lo que está pasando aquí ha pasado en sus países. Afirman que el neoliberalismo, y con él las condiciones precarias para los trabajadores, han subido por todo el continente paulatinamente. Después nos dicen: Si nosotros salimos de estas, ustedes también pueden.”

Sin embargo, LyFC no ha desaparecido total ni legalmente, por eso hay una gran manta a la entrada del campamento que advierte: “No pagues la luz. Módulo de orientación aquí”. Tal acción tiene su base en la suspensión definitiva del decreto de extinción de LyFC otorgada el 6 de noviembre de 2009 por la Juez Guillermina Coutiño; tal suspensión Junta Federal de Conciliación y Arbitraje (JFCA) dé por terminadas las relaciones laborales entre los trabajadores y la empresa.

“Jurídicamente, LFC todavía existe. CFE no tiene ninguna autorización judicial para hacer cobros, porque de hacerlo estaría aceptando ser el patrón sustituto y se entraría en el proceso de aceptación laboral, por lo que la empresa “de clase mundial” debería pagar a los ex trabajadores de LyFC”, explica Gutiérrez, con una tranquilidad en los ojos que representa todo su coraje contenido. Por eso, los recibos de luz no son emitidos por CFE, sino por el Sistema de Administración y Enajenación de Bienes (SAE).

“Los usuarios que tenían contrato con LFC, no han hecho contrato con CFE. Es ilógico que se cobre un servicio que los usuarios no han contratado ni pactado las condiciones y garantías de prestación de tal servicio”.

Ante esta imposibilidad, se quieren implementar medidores de prepago, privatización con máscara futurista: No son afiliados al SUTERM (Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana, es decir, trabajadores sindicalizados de CFE), sino empresas contratistas que implementarán las tarjetas de prepago como las de los celulares, con saldo “muerto” que no puede usarse y que representa una ganancia para dichas empresas.

La estrategia a la que Rodrigo se refiere, pretende establecer medidores en los cuales se podrá abonar dinero a través de una tarjeta que, sin importar el gasto de kilowatts que se haga por parte de los usuarios, éstos tendrán que pagar de mil a mil 200 pesos. Además de que las tarjetas de prepago son un intento de pasar por alto la existencia de LyFC y con ello la imposibilidad de la CFE para cobrar, dichas tarjetas enturbian el destino del dinero de los usuarios: será más difícil saber qué porcentaje va para las empresas contratistas y cuál para la CFE.

A pesar de que hay personas que piensan como la chica del principio de esta entrevista (Ni al SME ni al gobierno), el pueblo no es tonto, confirma Rodrigo Gutiérrez Villegas, mira por su ventana y descubre que no son camionetas de CFE sino de empresas contratistas, las personas recuerdan, cada que se va la luz, que la calidad mundial tan ensalzada es puro cuento.

“En colonias de Iztapalapa, Xochimilco, Nezahualcóyotl y Chalco, las personas prefieren llamar a sus conocidos electricistas para que reparen las averías que CFE y sus empresas contratistas tardan semanas en atender.” Termina: Esta lucha se va a ganar con su ayuda, con la de todos.